Primero torre de vigilancia y más tarde centro aduanero, la Torre de Belém fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1983.

Allí estaba, a orillas de la desembocadura del Tajo aunque cuando la levantaron en 1519 estuviera rodeada de agua, el paso de los siglos hicieron que la orilla llegase casi hasta su base y hoy en lugar de acceder en barco lo hacemos a través de una pasarela.

El bastión representa uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad y del arte Manuelino. Desde este punto partieron numerosas expediciones hacia la India, África, Asia y América, y hoy arriban cantidades de turistas. Como cambian los tiempos.

El monumento consta de seis plantas, con influencias islámicas y orientales que caracterizan al estilo manuelino. Interiormente es austero y podría pasar por una torre más, pero su belleza radica en la decoración exterior: torres de vigilancia de estilo mozárabe, galerías abiertas, cúpulas, cuerdas esculpidas en piedra, gárgolas…

Pero una de las gárgolas destaca sobre el resto. ¿Es un unicornio desgastado?, ¿Un rinoceronte?.

En 1515 llegó a Lisboa un rinoceronte como regalo del gobernador de la India Portuguesa al rey Manuel I. Causó tal sensación (desde la época del impero Romano no se había visto un rinoceronte en europa) que el rey organizó un combate entre el rinoceronte y un elefante también de su colección. Éste último, quizá por el clamor del público o por ver a su contrincante, huyó aterrorizado.

El rey decidió ganarse el favor del Papa obsequiándole con el animal que embarcó hacia Roma, no sin antes hacer escala en Marsella donde el rey de Francia, conocedor de la historia, pudiera echarle un vistazo. De nuevo en marcha una tormenta dejó a su Santidad sin regalo así que tuvo que conformarse tiempo después con recibir el cuerpo del animal disecado y relleno de paja.

Nunca más se supo nada del rinoceronte, pero fue tan famoso  que se ganó un lugar en la fachada de la nueva torre donde quedaría inmortalizado.

Lisboa, diciembre de 2008
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