Rascacielos, fuentes con chorros de agua danzando al son de la música, una noria en las alturas que sale de las entrañas de una torre, un paseo marítimo de 6km y luces, muchas luces que iluminan Batumi por la noche como la ciudad del juego.
Batumi, capital de la República Autónoma de Adjaria, es una ciudad de unos 130.000 habitantes, situada a orillas del mar negro y a muy poca distancia de la frontera turca. Es la tercera ciudad de Georgia y el principal puerto comercial del país, además de ser el epicentro del turismo de sol y playa gracias a su costa bañada por el mar Negro, un mar dentro de otro mar.
La que antaño fuera otra ciudad pobre de la antigua Unión Soviética, es hoy la ciudad del juego, de luces brillantes y casinos ostentosos, Las Vegas del Mar Negro, fruto de las aspiraciones ultracapitalistas de sus gobernantes, un destino en auge y predilecto para rusos y turcos, quizás los primeros por buscar sol, playa y dinero rápido, y los segundos por tener prohibido el juego en su país.
La Batumi del turista es la de la playa y la de los rascacielos que le dan a la ciudad un toque dubaití, que se entremezcla con un centro histórico que aún conserva algunos edificios del siglo XIX ,que le otorgan un aspecto distinguido, y con viejos edificios desconchados y oxidados de la época soviética.
Caminar por las calles adoquinadas del «old town» puede llegar a transportarte al pasado, cuando la llegada del ferrocarril desde Bakú trajo consigo buena parte del petróleo que se exportaría a Europa. El mismísimo hermano de Alfred Nobel construyó aquí un oleoducto y una refinería que dio a Batumi el estatus de puerto franco y los consulados de potencias extranjeras comenzarían a establecerse, convirtiéndose en el lugar de moda del extremo sur oriental de europa para las élites del Imperio Ruso hasta la invasión soviética, que sumió a la ciudad en un largo letargo.
Hoy varios edificios con encanto de aquella época han sido restaurados o están en proceso, otros de construcción más moderna esconden plazas llenas de cafés y restaurantes con actuaciones en directo.
La zona más moderna de la ciudad se extiende paralela a la playa y su paseo marítimo de 6 km. Es el lugar de esparcimiento de veraneantes y locales, llena de jardines, bares, restaurantes y los hoteles con más renombre.
En el extremo sur del Bulevar se encuentran las «Fuentes que Bailan», un espectáculo que mezcla el movimiento del agua con luz y música.
Y en el extremo norte, el Miracle Park, o parque milagro (llamado así por el tiempo record que tardaron en construirlo, todo un milagro) concentra edificios de arquitectura e infraestructura modernas, como la torre del alfabeto, dedicada al que es todo un símbolo y patrimonio nacional: el alfabeto georgiano. Una estructura de 145 metros con forma de cadena de ADN, coronada por una esfera que alberga un restaurante giratorio, un observatorio y un estudio de T.V. Cerca de él se encuentra el hotel Radisson Blue con sus formas geométricas angulosas como si quisiera pasar inadvertido ante un radar, y la impresionante Torre Batumi: 35 plantas, 188 metros y por si esto no fuera poco, en la última planta sobresale una noria de ocho cabinas de un intenso color dorado. Ah, están que se salen estos adzarios.
Como en el resto del país, varios edificios religiosos se diseminan por la ciudad. La región concentra la mayor comunidad musulmana de Georgia, que están aquí desde el siglo XVI cuando esta región formaba parte del Imperio Otomano. Tras la caída de la URSS parte de los georgianos musulmanes se convirtieron al cristianismo, cuya Iglesia Ortodoxa Georgiana se convirtió en la identidad nacional.
En el patio de la mezquita de Ortajame los musulmanes se reúnen para rezar. La mayoría de los que vemos son hombres mayores, ataviados con sus «yarmulke» (gorros para plegarias) que al vernos nos invitan a entrar. Aún me asombra la hospitalidad de esta gente. La mezquita, en pleno centro histórico, es la única que queda en pié. Data de 1886 y tras la llegada de los soviéticos dejó de ser utilizada como lugar sagrado.
La devoción de los georgianos a la iglesia ortodoxa se hace patente en sus iglesias y monasterios, y en Batumi en La Iglesia de la Natividad de la Virgen donde hombres y mujeres rezan y besan los iconos; ellas de negro riguroso cubriendo sus cabellos con velos oscuros. Otros encienden velas y se persignan tres veces ante nuestras miradas curiosas.
Otro de los templos más importantes de Batumi es La Iglesia de San Nicolás, construída en 1865 gracias al regalo que le hicieron los Griegos residentes en Batumi al Sultán de la época. Éste sólo puso una condición: que no replicaran las campanas. En el interior de la iglesia no queda un centímetro de pared sin algún pasaje bíblico pintado en ella.
En definitiva, la ciudad goza de una atmósfera tranquila y relajante que ofrece una amplia oferta hotelera, buenos restaurantes y una animada vida nocturna. Pero el glamour de Batumi esconde otra realidad menos visible que se aprecia fácilmente desde el aire.
Es montando en el teleférico hacia la montaña Anuria (250m) cuando descubrimos la otra cara de la ciudad, donde las casas con tejados de uralita y chapa bordean las calles sin asfaltar llenas de tierra y charcos marrones, los mercadillos de fruta se apostan en lo que pretenden ser aceras tan juntos que no se sabe donde empieza un puesto y termina otro. Algunos optan por sacar a la calle el genero de sus tiendas, así cuando has acabado con los puestos de frutas puedes encontrarte con decenas de cacerolas en la calle bajo la atenta mirada de un vendedor que pasa el rato sentado en una esquina a la sombra, o de perchas con ropa interior y camisetas. Otros llevan su negocio a cuestas en carros de madera o plantan su antigua máquina de coser Singer en cualquier lado a la espera de algún cliente y de que otro carro, el del progreso, pase por allí también.
Es la Batumi mucho menos rica, donde algunos turistas prefieren no adentrarse.
Batumi, República de Georgia. 2015
Más fotos en la galería.
Una ciudad extraña, Batumi, que vale la pena visitar sobretodo si vas o vienes de Turquía. Veo que, como nosotros, tampoco visteis el espectacular McDonald’s, igual aún no exisitía. 🙂
Hola Lluís,
No recuerdo el McDonald’s, quizá aún no estaba o no pasamos por donde debía estar 🙂