Obra cumbre del estilo manuelino, el Monasterio de los Jerónimos está considerado como una de las obras más significativas de todo Portugal. Construido tras la vuelta del exitoso viaje de Vasco de Gama a la India, este monumental complejo junto con la cercana Torre de Belém nos llevan tras el rastro del que fue un poderoso imperio.
El barrio de Belém es diferente a los demás barrios de Lisboa, es un barrio más extenso y con más espacio que el resto de los de la capital. Situado al oeste del centro de Lisboa, cerca de la orilla del Tajo, fue independiente hasta 1885 y apenas sufrió daños en el gran terremoto de 1755, por lo que todavía hoy se conservan importantes monumentos de la historia de Portugal como la Torre de Belém y el Monasterio de los Jerónimos, este último obra cumbre del estilo manuelino dominante en aquella época, en el que se revive las gestas de las grandes exploraciones marítimas de la historia de Portugal
Una pequeña excursión desde el centro de Lisboa en el tranvía nº 15 nos dejará justo en frente del edificio del monasterio construido en la primera mitad del siglo XVI justo donde entonces se situaba la orilla del río, que con el paso de los siglos fue modificada por factores naturales y artificiales, sobre el lugar donde se encontraban la pequeña capilla del siglo XV Nossa Senhora del Restelo, en la que los navegantes y caballeros cristianos rezaban sus últimas oraciones en tierra firme antes de aventurarse a las peligrosas travesías por mar, y un hospicio, donde esos mismos que rezaban pernoctaban antes de emprender el viaje. Se dice que en 1497 Vasco de Gama fue uno de los muchos navegantes que rezó y durmió en este lugar antes de partir en su expedición hacia la India.

ARRIBA: Entrada oeste. A la izquierda estatua del rey Manuel I de Portugal arrodillado, el principal patrocinador del monasterio. La figura detrás del rey es San Jerónimo.
La idea de construir el monasterio fue del Rey Manuel I, el mismo que en 1497 confiara el mando de una escuadra a Vasco de Gama con el propósito de bordear África, doblar el cabo de Buena Esperanza e ir en busca de la India. Gracias a esta hazaña semejante obra pudo costearse con el 5% de los impuestos obtenidos de las especias que venían de oriente, a excepción de los de la pimienta, la canela y el clavo, cuyas rentas iban directamente a la Corona. Y es precisamente el túmulo del propio Vasco de Gama y el poeta y cronista de la época de los grandes descubrimientos, Luís de Camões, los que nos dan la bienvenida al interior de la Iglesia de Sta. Maria Belém, compuesta por tres naves en cruz latina muy espaciosa, de altos techos que culminan en una grandiosa bóveda que cubre una longitud de 30 metros sustentada únicamente por seis columnas.

ARRIBA: Tumba de Luís de Camões, del siglo XIX
Aunque murió en India, en 1539 los restos de Vasco de Gama fueron trasladados a Portugal y enterrados en una ermita cerca de la aldea alentejana de Vidigueira, de cuyas tierras era señor siendo el primer conde Portugués sin sangre real, hasta que en 1880 fueron trasladados y depositados en el monasterio de los Jerónimos de Belém, que se construyó poco después de su viaje que serviría para financiar la construcción.

ARRIBA: Tumba de Vasco de Gama, siglo XIX

ARRIBA: Tumba de Vasco de Gama, siglo XIX
Vasco de Gama y Camões no son los únicos personajes que merecieron la honra de reposar al lado de monarcas, Fernando Pessoa, Alexandre Herculano y otros personajes célebres de la historia portuguesa acompañan en el recinto a Manuel I , Juan III y sus respectivas esposas.
Pero si una cosa destaca del monasterio, y me atrevería a decir que de toda Lisboa, es el claustro de dos plantas calificado por los expertos como la obra maestra del más puro estilo manuelino, que se abre a un antiguo jardín de recreo. Los soportales están adornados con infinidad de estilizadas plantas, elementos ornamentales de estilo manuelino, escudos reales, leones, flores y plantas típicas de ultramar y elementos náuticos.

ARRIBA: Vista del claustro del monasterio.
En el pasado se utilizó principalmente para el aislamiento de la comunidad monástica en un lugar apacible y sereno, cuya atmósfera aún hoy se respira, que permitía la oración, la meditación y el recreo de los monjes de la Orden de San Jerónimo, a quienes el rey Manuel I confió el monasterio y dieron su nombre. La Orden permaneció en el recinto hasta 1833, año en que fueron expulsados por la autoridad civil.
Tras la restauración de 1850, los museos de Arqueología y de la Marina se establecieron en el ala oeste del monasterio. Junto con la Torre de Belém, el monasterio de los Jerónimos fue nombrado Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1983.
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