Considerada como la perla arquitectónica del modernismo catalán, la única sala de conciertos modernista declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO y un patrimonio simbólico y sentimental para un pueblo que se identifica por su historia, el Palau de la Música Catalana se construyó entre 1905 y 1908 como la sede del Orfeó Català por uno de los arquitectos de referencia del Modernismo, Lluís Domènech i Montaner.
Anselm Clavé y Beethoven se dan la cara en el escenario presidido por el gran órgano, acompañados de las valquirias de Wagner que salen del techo y las musas que lo rodean entre flores y palmeras arropando a los artistas que cada temporada actúan en el Palau de la Música Catalana desde hace más de 100 años.
A finales del siglo XIX, el rápido desarrollo de Cataluña educó a una burguesía que buscaba una nueva auto representación. El modernismo fue una expresión esencial de este renacimiento catalán y el Palau un claro ejemplo de esta corriente que combinaba motivos naturales con los símbolos nacionalistas.
En este ambiente nacía en 1891 la sociedad coral del Orfeó Catalá, que pronto sería un referente cultural fundamental en el panorama musical catalán llegando a impulsar la construcción del Palau de la Música Catalana, del que aún hoy es propietario y acoge su sede, sobre los terrenos donde había estado el claustro del convento de San Francisco de Paula con la ayuda de financieros e industriales catalanes que querían para Barcelona un lugar donde poder disfrutar de la música. Así, el 9 de febrero de 1908 fue inaugurado el edificio, celebrándose en el mes de mayo tres conciertos de la Orquesta Filarmónica de Berlín, dirigida por uno de los grandes músicos del siglo XX: Richard Straus.
La estrecha calle Amadeus, justo al lado de Vía Laietana, en la que se sitúa el edificio impide ver con todo su esplendor la fachada de ladrillo rojo de uno de los music-halls más extraordinarios del mundo y uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad condal. Sus dos grandes arcos de entrada se sustentan por pilares decorados con mosaicos florales en cuyo interior se encuentran las antiguas taquillas, que dan paso al vestíbulo.
La rica ornamentación decorativa de la fachada incorpora elementos de la arquitectura tradicional española y árabe, siendo el grupo escultórico de la esquina del edificio uno de los más notables, que simboliza la música catalana. La fabulosa ornamentación, la escultura y los elementos estructurales decorativos le dan la fama al Palau.
Sobre las columnas del balcón principal están los grandes bustos de Giovanni Pierluigi da Palestrina, Johann Sebastian Bach y Ludwig van Beethoven. La parte superior de la fachada principal está adornada por un gran mosaico que representa a los miembros del Orfeó Català, muy difícil de ver claramente desde la calle. Otro busto, el de Wagner, se encuentra en la fachada lateral, quién fue el compositor al que toda la clase alta sucumbió dando inicio al boom Wagneriano que haría de Barcelona una meca alternativa de Bayreuth.
En el interior se combinan todas las artes aplicadas: forja, vitral, escultura y mosaico. La luz natural de los vitrales laterales hace que sea la única sala de Europa que se ilumina con luz natural durante el día y que se va fundiendo con la que proporcionan las bombillas de las grandes lámparas y la espectacular claraboya central, que parece canalizar la música con el cielo, representando al Sol sobre el patio de butacas en forma de U que se reparte en tres niveles con una capacidad para 2098 personas.
Y todo ello rodeado de una decoración que asalta los sentidos, una obra maestra de la creatividad y la imaginación hecha por y para la música, donde miles de flores salen de todas partes y las rosas blancas y rojas de cerámica vidriada crecen en el techo junto a plumas de pavo real gigantes formadas por mosaicos con motivos florales que también trepan por las columnas, creando un jardín para la música que convierte esta sala de conciertos en una de las más bellas del mundo. Un auténtico regalo para la vista.
Al gran órgano del escenario, que sonó por primera vez en 1908 y fue el primer concierto de órgano fuera de una iglesia que se celebraba en Barcelona, le acompañan las figuras de 18 jóvenes que sobresalen de la pared en la que sus vestidos se representan con mosaicos coloridos, cada una con un instrumento musical distinto. Para los más románticos, las imágenes sólo hacen que la música suene diferente en esta sala, ya sea un coro, una orquesta o un concierto de piano. Ya el día de su inauguración levantó polémica. Algunos pedían incluso tirar el edificio alegando que tanta belleza impedía concentrarse en la música.
Aquí actuaron algunas de las figuras más importantes del siglo XX como Enrique Granados, Arthur Rubinstein, Pau Casals, Jacques Thibaud, Montserrat Caballé y Josep Carreras entre otros muchos, incluyendo a las grandes orquestas y directores de todo el mundo. La Orquesta Pau Casals tuvo su sede aquí entre 1920 y 1936 siendo dirigida por el porpio Pau Casals, Richard Strauss o Igor Stravinsky.
Durante los descansos de las actuaciones, los visitantes pueden estirar las piernas en la Sala Millet, una sala de reunión popular para los asistentes a los conciertos decorada con varios bustos de bronce de personajes relacionados con el Palau. La sala también da acceso al balcón principal que se ve a través de los vitrales, con la doble columnata recubiertas únicamente con piezas multicolores de azulejos esmaltados de diseños florales que se puede ver desde la calle.
En 2004 se llevó a cabo una ampliación del edificio en la que se añadió una pequeña sala, llamada Palau Petit (Palacio pequeño) con una capacidad para 538 plazas que no tiene el encanto de la sala principal pero si una precisa acústica diseñada especialmente para conciertos de música de cámara. Otros espacios incluyen el Salón de Música de Cámara, Sala Lillet de Lluís y Área Segle XXI usados para eventos privados, y que convierten al Palau de la Música es un punto de encuentro de la vida cultural y social de Cataluña. Además, su biblioteca alberga una colección de legados con manuscritos del siglo VI y partituras y repertorio completo de las piezas cantadas por el coro desde su fundación.
En 1997, el Palau de la Música Catalana fue reconocido en la lista de patrimonio cultural mundial de la UNESCO, y fue la principal sala de conciertos de Barcelona hasta que en 1999 se construyera el Auditorio de Barcelona.
Aunque uno no sea un gran aficionado a la música, el Palau bien merece una visita y no quedarse sólo en su exterior. Si no se quiere acudir a un espectáculo, hay visitas guiadas (18€) disponibles en castellano, catalán , francés e inglés. Y si el presupuesto es muy ajustado se puede acceder gratuitamente al Foyer del Palau, donde generalmente se encuentra el bar y disfrutar de la impresionante zona del vestíbulo y, si se tiene suerte, de la sala de ensayo del Orfeó Catalá, un coro vocacional de formato sinfónico que alterna la interpretación de repertorios vocales-orquestales y música coral tradicional y de autor catalán.
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