Símbolo de la elegancia, el lujo y la excelencia culinaria, el Orient Express marcó un antes y un después en los viajes en tren a través de Europa y dejó su huella en la historia como ningún otro tren, convirtiéndose en el rey de los trenes y el tren de los reyes.
Los jóvenes mozos corrían con sus carretillas a recibir a los coches de caballos que iban llegando a la explanada frente a la estación. Los primeros pasajeros descendían de los carruajes con porte distinguido mientras indicaban a los mozos a qué vagón tenían que llevar los enormes baúles que componían el equipaje. El interior de la Gare de Strasbourg de París, hoy conocida como Gare de l’Est, era un hervidero de gente: políticos, autoridades, mozos de aquí para allí, personal de estación, vendedores, multitud de curiosos, periodistas y pasajeros que desfilaban por los vestíbulos y andenes hasta plantarse frente a los revisores que custodiaban las puertas de los relucientes y nuevos vagones de madera que componían el Orient Express, mientras una orquesta ensayaba los acordes de la Marcha Turca de Mozart.
Así debió ser aquel 4 de octubre de 1883 cuando la Marcha Turca de Mozart despidió al primer Express d’Orient, como se llamó en un principio al Orient Express (no se llamó Orient Express hasta 1891), con destino Constantinopla, hoy Estambul, en un viaje que ya de por sí era toda una aventura.
La idea de crear un servicio de pasajeros que uniera Europa occidental con oriente próximo surgió del belga George Nagelmackers, fundador también de la “Compagnie Internacionale des Wagons-Lits” que fue la primera compañía en introducir en Europa coches cama y vagones restaurante en los trenes, en 1872, copiando la idea de George Pullman, quien había hecho lo mismo en Estados Unidos.
Los primeros trayectos partían dos veces por semana de París pasando por Estrasburgo, Munich, Viena, Buda, Pest, Bucarest y finalizaban en Giurgiu (Rumanía) donde los pasajeros debían tomar un ferry para cruzar el Danubio hasta Ruse, en Bulgaria. Desde allí un segundo tren los llevaba hasta Varna, en el Mar Negro, donde un vapor de la “Austrian Lloyd” trasportaba a los pasajeros por mar hasta Constantinopla.
Dos años después se abriría una nueva ruta que unía Viena con Belgrado y Nis donde finalizaba la línea. Los pasajeros tenían que ser transportados en carruajes hasta Plovdiv donde otro tren continuaba hasta Constantinopla.
En 1889 la línea se completó y por primera vez un servicio ferroviario era capaz de unir Londres y París con Constantinopla en un viaje directo, sin cambios de tren y sin paradas en cada una de las fronteras que atravesaba, en tan solo tres noches.
El estallido de las dos guerras mundiales supusieron la interrupción del servicio y la pérdida de muchos vagones que fueron utilizados para transporte de mercancía o de tropas hacia los frentes. El 11 de noviembre de 1918 la firma del armisticio de la Primera Guerra Mundial tuvo lugar en un coche restaurante de la “Compagnie Internacional des Wagons-Lits” que había sido habilitado como despacho y sala de reuniones. Ese mismo vagón, el 2419-D fue utilizado nuevamente durante la Segunda Guerra Mundial para que Francia firmara su rendición ante Alemania.
En la década de 1930 el Orient Express alcanzó su auge máximo y adquirió su fama de tren de lujo ofreciendo un servicio de primera clase a sus pasajeros, entre los cuales se podía encontrar diplomáticos, millonarios, personalidades en general y miembros de la realeza, quienes en ocasiones juntaban sus propios vagones al convoy para realizar sus viajes.
Antes de la la Primera Guerra Mundial los vagones eran de madera de teca pero después de 1920 la madera fue reemplazada por metal. Los primeros vagones ofrecían todas las comodidades y tecnología de su época: calefacción central que cada revisor de vagón alimentaba con carbón, agua caliente e iluminación de gas. Entre sus otros lujos incluía interiores tapizados, baños de mármol, vajillas de plata y paneles de vidrio incrustados en caoba, convirtiendo el Orient Express en un escaparate de estilo Art Nouveau.
La literatura y el cine alimentaron la leyenda del Orient Express. El expreso fue escenario de películas y varias obras literarias, la más famosa sin duda la de «Asesinato en el Orient Express» de Agatha Christie, quien se inspiró en un hecho real ocurrido en 1929, cuando una tormenta de nieve atrapó al convoy durante varios días, para ubicar la trama. La novela se terminaría escribiendo durante la estancia de la escritora en el famoso hotel Pera Palace de Estambul, donde originariamente acudían los primeros pasajeros del Orient Express.
El declive le llegó en 1962, cuando la ruta original y las secundarias fueron eliminadas y sustituidas por un servicio más lento y no tan clasista que unía París con Estambul y Atenas vía Lausana, Milán, Venecia, Belgrado y Sofía, y cuya última conexión con Estambul fue el 19 de mayo de 1977. Desde entonces la ruta sólo llegaba hasta Budapest, con alguna conexión hasta Bucarest, limitándose de París a Viena en junio de 2001.
La época de esplendor de los viajes en ferrocarril acabó cuando el avión y los trenes de alta velocidad convirtieron los grandes viajes en tren en pesados y caros.
El servicio fue acortándose cada vez más hasta que el 12 de diciembre de 2009, ya sin el glamur y lujo por el que fue conocido, el Orient Express realizaría su último viaje regular, desapareciendo así el nombre “Orient-Express” de los itinerarios europeos después de 126 años en servicio.
Actualmente lo único que queda del Orient Express es la compañía de Lujo que lleva el mismo nombre y que desde 1982 se encarga de operar el “Venice Simplon Orient-Express “ (VSOE) y el Orient Express (sólo una vez al año desde Londres y París a Estambul) con vagones de la década de los 20 y 30 restaurados, cuyos viajes sólo se lo pueden permitir algunos pocos mortales.
Hoy en día ninguna línea regular directa une Europa occidental con Estambul. La única alternativa es hacer el trayecto por tramos y en varios trenes con un nivel de comodidad que dista mucho del mítico expreso y en el que se emplean tres días. Tres días de viaje pasando por siete países en cuatro trenes distintos para cruzar Europa de oeste a este hasta la exótica puerta de Oriente.
Y es que Estambul es quizás la ciudad más exótica del continente, donde occidente se junta con oriente y viceversa. El viaje es posible, seguro y “cómodo”. Más de dos mil kilómetros de aventura descubriendo algunos de los misterios, intrigas y leyendas de los antiguos viajes en tren a través de Europa.
Interrail París – Estambul, 2012
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