Berna, ciudad medieval.

Berna, ciudad medieval.

Con un casco histórico lleno de hermosos edificios y bien conservado, Berna se erige como una de las ciudades más bellas de Suiza, con un ambiente tranquilo que invita al visitante a disfrutar de esta capital con aires de provincia.

Texto y fotos: Miguel Galmés

Berna se sitúa como un capricho en un recodo del río Aare. Cuenta la tradición que el primer animal que cazara el duque Bertoldo V de Zähringen sería el que diera nombre a su nueva ciudad. Aquel animal no fue otro que el más grande y noble que moraba en la zona: el oso, Bär en alemán. Asociados a Berna desde su fundación en 1191, hoy un grupo de estos plantígrados vive en un recinto bien delimitado a orillas del río Aare y a la sombra del puente Nydeggbrücke, ajenos a la tradición y a que son el símbolo heráldico de la ciudad. Para todos los visitantes el foso de los Osos es una de las mayores atracciones de Berna, que ha albergado a estos animales desde que se tiene referencia en el año 1440 y que desde 2009 pasan todo el tiempo en un recinto donde se les puede observar, contiguo al antiguo foso, y a orillas del río, con vegetación y piscinas donde se refrescan en los cálidos meses de verano.

El Altstadt, como se conoce al casco medieval de Berna, está formado por una sucesión de calles empedradas con hermosas casas de tejados rojos y porticadas con casi 6 km de tiendas de todo tipo, formando una de las mayores calles comerciales cubiertas de Europa. El trazado de sus calles ha permanecido prácticamente inalterado desde principios del siglo XV, cuando tras el incendio de 1405 la ciudad fue reconstruida en piedra, y gracias a ese paisaje urbano uniforme y tan bien conservado, el casco antiguo de Berna fue declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1983. Cualquiera que pasea por sus callejones con encanto o se deleita con sus trabajadas fachadas y las muchas fuentes antiguas repartidas por toda la parte antigua no pensaría que lo hace por la capital del país helvético, mucho más apacible que las cosmopolitas Zurich o Ginebra a quien muchos, quizá llevados por su aspecto de metrópoli, confunden con la capital.

calles de Berna

Recorrer el casco antiguo de Berna resulta fácil y cómodo ya que muchas de las calles están reservadas a los peatones y el transporte público. La parte occidental del casco viejo está llena de tiendas y mercadillos, mientras que la oriental ofrece un ambiente más tranquilo de tiendas y restaurantes. En esta parte se encuentran algunos de los edificios más antiguos de la ciudad, ubicados en la calle Gerectigkeitsgasse que conecta con el puente Nydeggbrücke levantado en el siglo XIX para unir el casco antiguo con el distrito oriental, donde se encuentra el foso de los osos. Los diferentes gremios de la ciudad fueron construyendo sus casas y plasmando en sus fachadas las actividades a las que se dedicaban. Es por eso que hoy podemos ver algunas con elaboradas decoraciones por todo el casco antiguo.

Sobre los tejados de todo el Altstadt destaca el campanario de 100 metros de altura de la catedral de Berna, uno de los monumentos más importantes de la ciudad. El edificio, que se conoce como Münster, comenzó a construirse en 1421 sobre el lugar donde existía una iglesia de la época en que se fundó la ciudad y fue financiada por el Cantón de Berna, la Órden Teutónica y los gremios y familias ricas de la ciudad. Las obras se vieron interrumpidas por la Reforma de la Iglesia cristiana, que se dividió en católicos y protestantes. El cambio en la confesión religiosa provocó que el gobierno de Berna ordenara la demolición de altares, estatuas y frescos de todas las iglesias de la ciudad.

La catedral no se finalizó hasta 1893, convirtiéndola en el edificio religioso más alto de Suiza, desde donde se tiene una maravillosa panorámica de la ciudad vieja y los alrededores hasta los picos de los Alpes. Pero antes del ascenso de 312 escalones merece la pena detenerse un rato en la plaza Münsterplatz, donde la fuente de Moisés sosteniendo los Diez Mandamientos y señalando el segundo de ellos, nos recuerda uno de los principios básicos de la Reforma Protestante que prohibía la idolatría. También merece la pena contemplar el magnífico pórtico principal de la catedral, una obra de arte del siglo XV que representa el Juicio Final con 294 esculturas entre profetas, ángeles, Jesucristo y mártires en el que los condenados ocupan la mitad izquierda y los redimidos la mitad derecha. Justo al lado de la catedral se encuentra una terraza con jardín y un pequeño bar con vistas al río y al barrio de Matte.

De la misma época que la catedral es el Rathaus – el ayuntamiento – otro de los monumentos principales de Berna, que aunque ha sido restaurado en varias ocasiones, su estructura en estilo gótico refleja las características usadas en la arquitectura bernesa ante la atenta mirada de la estatua del fundador de la ciudad, que se levanta frente al edificio en la pequeña plaza del ayuntamiento. Escenario de las asambleas legislativas del cantón y la ciudad desde 1416, el edificio también albergó el archivo, la Cámara del Tesoro, la Fábrica de la Moneda y la Imprenta Estatal. De su fachada destacan los escudos de armas de los cantones suizos, su reloj y la escalinata, en la que una vez el Premier inglés Winston Churchill se dirigió al pueblo bernés.

Bern, medieval city

Hacia el oeste Gerectigkeitsgasse continua por Kramgasse, la principal vía del antiguo trazado medieval que está flaqueada por edificios históricos y casas gremiales con amplias arcadas bajo las que se encuentran comercios de todo tipo, entre ellos la farmacia más antigua de Suiza, de 1571. Algunos personajes ilustres como Paul Klee residieron en esta ciudad y Albert Einstein tuvo su residencia en el número 49 de esta misma calle donde entre 1903 y 1905 comenzó a desarrollar su teoría de la relatividad en la casa que hoy es un museo en el que se exponen algunos de sus objetos personales. Por su parte el museo Zentrum Paul Klee, a las afueras de la ciudad, está dedicado a la vida y obra del artista y contiene alrededor de 4.000 obras de arte en un curioso edificio de vidrio y acero con forma de onda.

El paisaje urbano de Berna se caracteriza por las fuentes escultóricas renacentistas diseminadas por el casco antiguo. Cada calle tiene su propia fuente con una estatua policromada que hace alegoría a la historia del lugar en que se encuentra. Así en la calle Kramgasse destaca la fuente de Zähringer en la que un oso con armadura porta el estandarte del fundador de Berna; la fuente de Samson, con la figura de Sansón venciendo a un león; o en Kornhausplatz la macabra fuente del ogro comiéndose a un grupo de niños. Y así hasta un total de 11 fuentes repartidas por el casco antiguo.

La calle Kramgasse finaliza en el Zytlogge, la torre del reloj que se sitúa en el limite occidental de la parte más antigua del Altstadt y uno de los puntos de referencia más conocidos de Berna, hasta tal punto de ser una especie de kilómetro cero, ya que desde aquí se medían los tiempos de viaje oficiales que se marcaban en piedras a lo largo de las carreteras cantonales. Cada hora grandes grupos se sitúan frente a la torre esperando a que el reloj de la hora y comience el desfile de las figuras mecánicas formadas por osos, un gallo que cacarea, un bufón y el dios del tiempo Cronos que cautiva a todos.

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Tras la fundación de la ciudad la hoy torre del reloj sirvió como puesto de guardia y puerta occidental hasta que en 1250, con el continuo crecimiento del Altstadt, se fue encontrando cada vez más cerca del centro urbano y la puerta se trasladó a la nueva torre de Käfigturm, más al oeste. Después del incendio de 1405 se reconstruyó y pasó a ser una cárcel para prostitutas y más tarde una torre de observación hasta que finalmente en 1530 se instaló el reloj astronómico, que hoy puede visitarse en grupos guiados por el interior de la torre para ver de cerca los engranajes y el sistema del viejo reloj, y ver el funcionamiento del Astrolabium, el reloj y calendario astronómicos con los discos giratorios y los cuerpos celestes.

Desde el Zytlogge se extiende hacia el oeste la calle Marktgasse que hoy alberga el distrito comercial de Berna y como en las otras calles, sus soportales se encuentran repletos de tiendas, restaurantes y cafés. Al final de la calle se encuentra la torre Käfigturm, puerta de la ciudad que la expansión de Berna obligó a levantar más al oeste. Tras el derribo de las murallas y hasta finales del siglo XIX también sirvió como cárcel.

La Bundesplatz, la plaza frente al edificio del Parlamento, es un punto de reunión para los berneses y el lugar donde refrescarse los calurosos días de verano con sus 26 fuentes, que representan a los 26 cantones suizos. Cada semana se celebra aquí el mercado de los agricultores, y no es el único. Desde hace más de un siglo cada martes y sábado se dan cita pequeños comercios y agricultores locales en los mercados de diferentes plazas y callejones de Berna, y cada uno con sus propias características. Así entre los pasillos del mercado de la plaza del Parlamento o el de la plaza del oso se puede encontrar pan recién salido del horno, puestos con todo tipo de queso, carne fresca, flores coloridas, frutas y verduras de granjas orgánicas. Otros como el de la calle Münstergasse, el mercado gourmet, nacieron sólo para vender carne aunque con el tiempo se fueron añadiendo otros productos. Pero quien busque algún pequeño recuerdo o regalo lo encontrará en el mercado del comerciante, en la plaza del Orfanato. En todos ellos casi siempre se termina llenando una cesta de compra.

El monumental edificio del Parlamento, flanqueado por otros dos edificios gubernamentales y construido después de que Berna fuera declarada capital suiza en 1848, es la sede del gobierno federal suizo y donde se reúnen el Consejo Nacional y el Consejo de Estado cuatro veces al año. Tras él la Bundesterrasse, un ancho paseo y un área de esparcimiento donde los locales juegan al ajedrez de fichas de tamaño gigante o se embelesan con uno de los mejores miradores de la ciudad, que ofrece unas vistas increíbles sobre el río, los distritos del sur y, tras el característico tejado del Museo de Historia de la ciudad, los Alpes nevados en el horizonte.

Desde 1885 el funicular más corto de Europa sube y baja la colina entre la terraza del Parlamento y el barrio de Marzili. Lo que comenzó como un servicio de funicular de madera que utilizaba el contrapeso del agua para moverse por los raíles, es hoy un moderno transporte que traslada a un millón de pasajeros al año en apenas un minuto de recorrido en un tramo de 100 metros. Marzili es un barrio residencial a orillas del Aare cuya mayor atracción son las piscinas Marzili, que durante los meses de primavera y verano ofrecen el área de baño de la ciudad. El complejo cuenta con piscinas al aire libre con taquillas y un amplio espacio de césped donde tomar el sol, aunque lo más emocionante sin duda es dejarse llevar por la corriente del río. Caminando un kilómetro más al sur encontramos distintas escaleras de acceso a las aguas del río por donde muchos bañistas van pasando llevados por la corriente con sus bolsas impermeables donde guardan la ropa. Sólo hace falta un poco de valor para lanzarse a las aguas frías y dejarse llevar río abajo hasta el complejo de piscinas para vestirse y proseguir con la visita.

Tras el chapuzón nada mejor que reponer fuerzas en los muchos restaurantes de la ciudad vieja con alguno de los platos típicos suizos. Aunque calórica y poco variada, la cocina suiza combina las influencias de la cocina francesa, alemana y del norte de Italia. Los amantes de los quesos encontrarán aquí un paraíso culinario ya que los platos más importantes del país se elaboran a base de queso. En la founde rebañaremos con pan el queso fundido en un recipiente y en el rösti y la raclette acompañaremos el queso con patatas. Si no se es muy quesero, la cervelat será una salvación. Se trata de una salchicha compuesta de carne de vaca, carne de cerdo, bacon, especias y sal y es conocida como la «currywurst» de los suizos. Los soportales de las calles también esconden antiguas bodegas abovedadas con caldos de los cantones suizos y para los cerveceros la cervecería Altes Tramdepot será un acierto entre tanques de cobre gigantes donde cada año se elaboran 31.000 hectolitros de cerveza.

Por las tardes muchos berneses acuden a uno de los parques más bellos de Berna, el Rosengarten, un jardín de rosas ubicado en una amplia explanada de césped en lo alto de una colina con hermosas vistas. El jardín alberga más de 400 variedades de rosas y otras flores que en primavera florecen junto a los cerezos japoneses, provocando una explosión de colores en este lugar que hasta finales del siglo XIX nadie sospecharía que fue un cementerio. Convertido en parque público en 1913, el jardín también hace las veces de sala de lectura de biblioteca pública que alberga y de romántico decorado del restaurante Rosengarten, donde tomar un brunch con amigos o en pareja, con el telón de fondo perfecto de la incomparable vista panorámica sobre los tejados y calles del casco antiguo de Berna, en un ambiente tranquilo donde, seguro, el visitante confirmará su idilio con esta ciudad.

Rosengarten

Suiza, 2019
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