Plaza clave durante la Guerra de los Cien Años, Beynac-et-Cazenac goza desde hace siglos de una situación privilegiada que ha favorecido que sea uno de los pueblos más típicos e importantes de la zona, conocido por su patrimonio, su belleza y la larga y famosa historia de su castillo.
Siguiendo el curso del río Dordoña, y a tan solo 10 km. de Sarlat, encontramos el pueblo de origen medieval de Beynac-et-Cazenac, que con mucha razón reúne todos los requisitos para figurar en la lista de los pueblos más bonitos de Francia. Es encantador, fotogénico, cargado de historia y tranquilo, aunque en verano toda la zona sufre un aumento considerable de visitantes.
Originalmente Beynac y Cazenac eran dos comunas independientes separadas 5 km, que a partir de 1827 fueron unidas por real decreto formando el nombre con el que hoy conocemos a la población.
Desde finales del siglo XIV , Beynac fue sede de una de las cuatro baronías del Périgord, junto con Biron, Bourdeilles y Mareuil, y pese a no ser un pueblo muy extenso, se organizó en cinco distritos, también llamados «Barrys», dentro de las murallas que rodeaban la población. En el Barry del puerto se agrupaban los pescadores y comerciantes, que igual que otros muchos pueblos de la zona, bañados por el río Dordoña, Beynac se ha dedicado desde siempre, además de la agricultura, a la pesca y al comercio que ha ido yendo y viniendo a través del río hasta el siglo XIX.
La carretera principal pasa por lo que fue el barrio de comerciantes y tejedores, una carretera de un carril para cada sentido que en épocas estivales puede llegar a estar bastante concurrida. El pueblo tiene zonas de aparcamiento desde donde se puede acceder a las callejuelas empedradas que ascienden la pared del acantilado entre antiguas casas de piedras que las hiedras parecen querer ocultar y terrazas desde las que contemplar las vistas. El flujo de gente es constante en el ascenso al castillo, protegido por enormes murallas.
Encaramado a un acantilado de 150 metros, el castillo domina el valle de Dordoña desde el siglo X bajo el mando de la familia Beynac. Una joya de la arquitectura medieval francesa y monumento histórico del que ya en 1194 se tiene constancia de que existiera con su torre, su foso y su muralla almenada que servía para vigilar todo el valle y el río. Durante el siglo XII fue una plaza importante del bando francés, justo en la frontera de entonces con Inglaterra, por la pugna de territorios en la Guerra de los Cien Años en la que durante algunos períodos pasó a manos de Inglaterra. No muy lejos de allí, al otro lado del río Dordoña, el castillo de Castellnaud estaba en los dominios de los ingleses y las confrontaciones entre los dos castillos eran casi constantes. Más allá del conflicto entre los reinos, los señores de Beynac y Castellnaud también se peleaban entre sí para reafirmar su propio poder sobre el Périgord.
A lo largo de su historia el castillo ha sido prisión y refugio, destruido y reconstruido, y pasado por varios dueños, entre los que se encuentran los señores de Beynac, Ricardo Corazón de León, quién se hizo con la plaza confiándosela a su teniente Mercadier al morir sin descendencia Adhémar de Beynac. En 1200 Mercadier, conocido por el saqueo de los pueblos del Périgord, es asesinado y el castillo pasa de nuevo la familia Beynac, que a pesar de que Simón de Monfort tomase el castillo durante un período de tiempo el siglo XIII, lo poseyó hasta 1761 cuando por matrimonio pasó a otra familia que lo mantuvo hasta 1961. Desde entonces el castillo sufrió numerosas restauraciones y se abrió al público.
Tras pasar el cementerio, ya fuera de la muralla, un sendero lleva a un mirador, un buen lugar donde hacer un alto en el camino, desde el que se tiene una impresionante vista panorámica de todo el valle, el río e incluso los vecinos castillos de Castellnaud, Marqueyssac y Fayrac.
Toca volver y de nuevo caminar por estas callejuelas llenas de historia que bordean tejados de piedra a dos aguas y los jardines de las casas y coquetas pensiones que nos llevarán al animado puerto donde los puestos de alquiler de canoas inundan de color las aguas del Dordoña.
Hoy al puerto ya no llegan mercancías ni la pesca es abundante, pero las gabarras siguen yendo y viniendo cargadas de turistas en relajantes paseos por el Dordoña que le permiten a uno revivir la época del transporte por las vías navegables del río por las que podríamos alcanzar la ciudad de Burdeos, pero eso ya será otra historia. Más pueblos del Périgord nos esperan.
Beynac-et-Cazenac, julio de 2013.
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