Situada a lo largo del estuario del río Duero, en el norte de Portugal, Oporto sorprende al visitante con impresionantes iglesias , grandes palacios y decadentes fachadas de azulejos en un casco histórico con un aire melancólico y antiguo declarado Patrimonio de la Humanidad.
Texto y fotografías: miGUEL GALMÉS
La sombra de Sandeman, el hombre con capa y sombrero que es logo de una de las muchas bodegas de vino de Oporto situadas en la ribera de Gaia, está presente en muchos rincones de la segunda ciudad portuguesa después de Lisboa y una de las que más destaca del sur de Europa. En los últimos años la ciudad de Oporto se ha convertido en un destino popular para las compañías aéreas low cost, que traen a miles de turistas al año desde numerosas ciudades europeas.
Mucho antes que el turismo conquistara Oporto, ávidos de descubrir su vino mundialmente famoso o su gastronomía, buena y barata, los celtas fundaron aquí su poblado al que llamaron Calé. Más tarde los romanos vieron en el lugar una situación estratégica, y tras añadir un puerto, que sería parada obligada en las rutas marítimas de la costa portuguesa, pasó a conocerse como «Portus Cale», nombre que dio origen al topónimo de Portugal.
Además de celtas y romanos, los visigodos y los musulmanes también pasaron por la ciudad, incluso España, que junto con Portugal formaron el imperio más grande jamás conocido, ya que estuvieron unidos durante 60 años, de 1580 a 1640.
Durante la época de los Descubrimientos, Portugal se enriqueció de tal manera que sus puertos se convirtieron en importantes centros de comercio marítimo y Oporto lideró la industria portuguesa de construcción de barcos.
En Oporto hay mucho que ver, variados monumentos históricos como la catedral, la Bolsa neoclásica, iglesias barrocas y sus barrios, donde cada uno esconde su propio carácter.
La parte alta de Oporto acoge la zona más señorial de la ciudad con edificios modernistas del siglo XIX y las avenidas de tiendas y restaurantes. Partiendo de la Plaza de la Libertad destaca el impresionante Ayuntamiento al final de la Avenida dos Aliados, de estilo modernista y cuya fachada destaca por la torre de 70 metros y las esculturas que reflejan las actividades típicas que se desarrollan en la ciudad: industria, cultivo de la vid y la navegación. Esta avenida también acoge al único McDonalds modernista del mundo.
A escasa distancia de la Plaza de la Libertad se encuentra la Iglesia y Torre dos Clérigos ,uno de los principales símbolos de Oporto y visible desde casi cualquier punto de la ciudad gracias a sus 76 metros a los que se puede ascender por una escalera interior de más 200 escalones. El conjunto fue construido en el siglo XVIII por la hermandad de los Clérigos Pobres en el casco antiguo de la ciudad, muy cerca del antiguo barrio judío con sus edificios estrechos y apelotonados.
Casi igual de antiguos deben ser los árboles que forman parte del jardín de la Cordoaria, justo frente a la Iglesia y Torre. Un bonito parque calificado de «interés público» con esculturas y un pequeño lago. Un buen sitio donde sentarse a comer o tomar algo en sus cafés cercanos para luego visitar, a pocos metros, la que posiblemente sea la librería más bonita de Europa y que según dicen inspiró a la creadora de Harry Potter. Se trata de un edificio neogótico construido en 1906 que alberga la librería Lello e Irmao que consigue trasportar al visitante a un escenario de cuento. Estanterías de madera llenas de libros que llegan al techo y la espectacular escalera en el centro de la librería que nos lleva al segundo piso y cuya luz es proyectada por la vidriera del techo. No hace demasiado se podía acceder gratuitamente y habían vigilantes que no dejaban hacer fotografías. Actualmente se tiene que pagar entrada para fotografiar el interior.
En el centro de Oporto, en el eje perpendicular a la Avenida dos Aliados formado por las calles de Passos Manuel y Ceuta, que se podría decir que separa el Oporto antiguo y el moderno en el centro de la ciudad, se encuentran multitud de edificios de estilo modernista y art decó construidos en la primera mitad del siglo XX, más cafeterías y restaurantes donde probar las famosas Francesinhas o sabrosos menús que son enormes y baratos. Estas calles y aledañas se convierten por las noches en el lugar de moda para cenar, tomar copas y escuchar música en directo.
Durante el día también es un barrio vibrante, aquí es donde empieza el Oporto más comercial, así que si lo que se busca son tiendas, la calle Santa Catarina es el eje comercial más importante de la ciudad. En esta calle peatonal uno puede encontrar desde las tiendas de primeras marcas, vendedores ambulantes y cafeterías como el Café Majestic, un café de los años 20 que fue centro de reunión de escritores y artistas de la época y hoy acoge a locales y turistas que quieren sentirse parte de la historia de la ciudad.
Situada al sur de esta calle se encuentra la Plaza de la Batalha con la Iglesia parroquial de San Ildefondo, muy característica por su fachada de azulejos azules y su estilo barroco con sus campanarios gemelos cuyas campanas rivalizan cada día con el timbre y los chirridos de los viejos tranvías marrones que por aquí pasan.
En uno de los tranvías nos acercamos a uno de los puntos de visita obligada de Oporto, y no se trata de un museo ni una iglesia, hablamos de la estación de ferrocarril de São Bento, una de las estaciones más llamativas de Portugal , construida sobre los restos de un antiguo convento, que pese a su fachada señorial esconde una verdadera joya en su interior: los murales fabricados con una sinfonía de más de 20.000 azulejos que rodean todo el hall en los que se relata la historia de Portugal.
Desde esta estación es posible coger uno de los numerosos trenes que parten hacia las zonas de los viñedos o ciudades cercanas como Guimares, Braga o Aveiro.
A pocas calles de São Bento el repicar de las campanas nos lleva a la Catedral de Oporto, uno de los monumentos más antiguos de la ciudad declarado Monumento Nacional y cuyo claustro sorprende por la decoración de azulejos que reflejan escenas religiosas de la Vírgen.
La Catedral fue escenario de la unión de Juan I rey de Portugal y de una nieta de Enrique III de Inglaterra, unión que forjó la alianza militar en vigor más antigua del mundo, entre Reino Unido y Portugal.
La plaza de la Catedral, conocido como el Terreiro da Sé es otro de los muchos miradores desde donde disfrutar de unas vistas privilegiadas de la monumental fachada de la la iglesia de San Lorenzo a tan solo unos metros, del barrio de Barredo con sus tejados de terracota a dos aguas, del río y de la orilla de Gaia donde letreros de los años 50 en las bodegas y almacenes proclaman nombres ingleses.
La Rua de Mouzinho da Silveira nos lleva a la parte baja de la ciudad, pasando por la plaza del Infante Don Enrique, que alberga un conjunto de monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Se trata del edificio neoclásico del Palacio de la Bolsa de Oporto, una atracción arquitectónica que fue construida sobre las ruinas de un convento franciscano que es utilizada para recepciones oficiales y que es posible visitar.
Pegado al Palacio se encuentra la Iglesia de San Francisco, una de las más sublimes de Oporto, cuyo interior, decorado con tallas de oro tuvo que ser cerrada en más de una ocasión por resultar demasiado ostentosa, esconde en sus catacumbas el lugar de reposo eterno de muchos hermanos de la orden de los franciscanos y de algunas de las familias más nobles de la ciudad, además de un osario con miles de huesos humanos.
En el barrio de Baixa, la ciudad mira al río, al ir y venir de los rabelos , las barcas tradicionales que antaño trasladaban barricas de vino desde los viñedos hasta Vila Nova de Gaia y hoy pasean a los turistas por el Duero, atravesando todos los puentes hasta llegar a la desembocadura en el Océano Atlántico y disfrutando de una magnífica visión del río, los puentes y la ciudad.
Estos «cruceros» tienen su origen y final en la Ribeira, muy cerca de la Plaza que lleva el mismo nombre, donde las mesas de los bares se amontonan entre las coloridas y pintorescas fachadas de postal que forman parte del laberinto de callejuelas que componen el barrio, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1996, mientras los turistas se mezclan con los locales, artistas callejeros o vendedores de pescado con sus cajas con capturas frescas a lo largo de la Cais de Ribeira, el paseo frente al río.
Por las noches el barrio de Ribeira es el lugar de ambiente donde cenar y poder tomar unas copas en su multitud de terrazas y restaurantes con las vistas de Vila Nova de Gaia y del Puente Luis I, en cuya base se encuentra el bar Ponte Pensil donde poder tomar unos cócteles en un lugar inmejorable y durante el día poder comer con el ir y venir de los rabelos.
Frente al Barrio de Ribeira, salvando el río, Vila Nova de Gaia conforma el área metropolitana de Oporto aunque se trata de otra ciudad. Para llegar hasta aquí basta con cruzar el Puente de Don Luis I, el más espectacular y conocido de Oporto. Con su gran arco de hierro, el puente es uno de los símbolos de la ciudad y un buen imán para los turistas que quieren disfrutar de las impresionantes vistas desde su plataforma superior por la que también discurre el tranvía, otra forma de llegar a la parte alta de Gaia desde donde se tendrá que caminar o utilizar el teleférico para llegar a la parte de la ribera del río, el hogar del vino de Oporto.
Las bodegas situadas en esta orilla del Duero reciben a los turistas con los brazos abiertos y la esperanza de que compren alguna botella. Aquí se hacen visitas a las bodegas donde se fabrica y se almacena gran parte de las reservas mundiales del vino de Oporto, explican el proceso de fabricación del vino «generoso», como ellos lo llaman, y finalmente llega el momento de la degustación de los exquisitos caldos.
Aunque casi todo gire en torno al vino en este margen del río, en Vila Nova de Gaia es posible pasear por el paseo de la orilla del Duero donde en épocas estivales es común descansar sobre la hierba, frente a los rabelos amarrados delante de la las bodegas, o disfrutar de las magníficas vistas desde el teleférico de Gaia.
Oporto también ofrece zonas verdes que merece la pena visitar. Al sur de la zona de Massarelos se encuentra el Jardín del Palacio de Cristal, un enorme conglomerado de jardines entorno al Pabellón Rosa Mota que se ha convertido en uno de los puntos más románticos de la ciudad. Dotado de fuentes, estanques, esculturas y una gran variedad de vegetación y miradores desde los que disfrutar de las panorámicas del Duero.
Algo más al norte, en la zona de Boavista, encontraremos la Casa de la Música, un auditorio de doce plantas y 1300 asientos construido para la capitalidad Europea de la ciudad en 2001. El edificio pronto se convirtió en un símbolo de la ciudad y hoy es la sede de cuatro orquestas con estilos de lo más variado que van del sinfónico, el barroco, el coro o el remix.
Oporto se moderniza rápidamente y es común ver las cicatrices de ese crecimiento en las calles, pero pese a todo, aún es posible encontrar el alma de Oporto al callejear por sus callejuelas, lejos de las rutas turísticas, en las que uno se traslada a una atmósfera del pasado en la que los vecinos te sonríen mientras pasan el rato sentados frente a las entradas de sus casas, los niños juegan en las calles y los oficios de toda la vida perduran sin que aparentemente hayan cambiado nada en los últimos 50 años. Es la esencia de Oporto.
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