Considerado como una de las primeras obras importantes del arquitecto Antoni Gaudí, el Palau Güell fue una innovación en la concepción del espacio y las formas creadas a partir de materiales como la madera, la piedra, el mármol, el hierro forjado o el vidrio entre otros, convirtiéndose en uno de los primeros ejemplos de la arquitectura Art Noveau en todo el mundo.
El pasado 19 de noviembre tuve la oportunidad, junto con un pequeño grupo de instagramers de Barcelona, de visitar en exclusiva y en solitario el Palacio Güell una hora antes de su apertura al público, en el instamet «els veïns tornen al Palau II» organizado por BarcelonaCitizen y Palau Güell.
Propiedad de la Diputación de Barcelona desde 1945 por cesión de una de las hijas del industrial, el Palau Güell comenzó a construirse en 1886 por encargo personal de Eusebi Güell a Gaudí, quien se convertiría en su arquitecto de referencia y del que sería mecenas.
El edificio se concibió como una ampliación a la casa familiar de la Rambla de Barcelona y fue residencia de la familia Güell-López y sus diez hijos desde 1890 hasta 1910, cuando la familia se trasladó a su nueva casa en el Parque Güell. A partir 1945 el edificio sufrió un sin fin de restauraciones y albergó museos como el Museo del Teatro, Museo del Cine y las Artes del Espectáculo, el Centro de Estudios y Documentación de las Artes del Espectáculo y de la Comunicación. En 1969 el Palau Güell fue declarado monumento histórico-artístico por el Estado y en 1984 Patrimonio Mundial por la UNESCO.
RECORRIENDO EL PALAU GÜELL
La visita comienza en la cochera del edificio con las explicaciones de un miembro del Palau Güell, pero con total libertad para movernos por donde queramos. Aquí se guardaba el carruaje que tenía la familia y como datos curiosos, los adoquines del suelo son de madera para amortiguar el sonido del paso de los caballos y de los carruajes, y los techos fueron decorados con cerámica para facilitar la limpieza.
En el sótano se encontraba la caballeriza, una amplia zona de columnas revestidas de ladrillo donde se guardaban los caballos, que bajaban desde la cochera por una suave pendiente hasta las cuadras individuales con sus comederos. Aquí también tenían sus habitaciones el cochero y el mozo de cuadra. Además también se guardaba la leña y el carbón y en el pequeño patio se recogía el agua de la lluvia.
Dos grandes arcos parabólicos dominan el vestíbulo, que facilitaban la entrada y salida de los carruajes, con sus respectivas rejas de hierro forjado. Estas rejas fueron diseñadas por Gaudí y permitían mirar desde dentro hacia fuera pero no al revés, al ser más tupida la parte central que la superior e inferior.
La escalera principal da acceso al entresuelo, donde nos recibe una espectacular vidriera diseñada por Gaudí que representa las cuatro barras de la bandera catalana. En el lateral de la escalera, cuatro peldaños servían de escalera para facilitar el acceso a los carruajes o para montar a caballo.
El entresuelo estaba formado por el despacho y oficinas de administración (no accesibles al público) y un vestíbulo de paredes, suelo y techo de mármol gris que da acceso a la planta noble a través de una escalera de honor.
El edificio toma las dimensiones de un palacio en esta planta a la que se accede desde la planta entresuelo a la antesala, que constituye la entrada al resto de estancias que culminan en el salón central, donde la familia organizaba los actos sociales. A partir de aquí todo es lujo a raudales, muebles de maderas nobles, vidrieras, mármoles…Vamos, lo que todos podemos tener en casa.
La terraza de mediodía (el sol incide en ella en esta franja del día) da acceso a la sala que se usaba como taller de escultura y pintura que usaban las hijas del matrimonio Güell. Hoy la sala alberga un billar del siglo XIX.
Previo al salón central se encuentra una sala que recibía el nombre del salón de los pasos perdidos y que además da acceso, tras un juego de agrupación de columnas, a la tribuna con vistas a la calle.
A través del salón de los pasos perdidos también se accede a la sala de visitas y al tocador, donde las damas se ponían a punto para los conciertos, fiestas o reuniones que se celebraban. Para la sala de visitas no se reparó en gastos. El espectacular artesonado de madera con ornamentos de hierro forjado revestidos de pan de oro trajo de cabeza a los contables debido al sobrecoste. No en vano, a las visitas les debía quedar claro la posición social de la familia nada más acceder a la sala, que además estaba decorada con mobiliario, esculturas, retratos de la familia y obras de arte. Una celosía debajo del artesonado permitía observar a las visitas desde el piso superior sin ser vistos.
La joya de la corona de este palacio es, sin duda, el salón central, alrededor del cual se organiza la vivienda. De forma cuadrada y 80 metros cuadrados, está cubierto por una cúpula a dos pisos de altura que goza de una gran acústica, por lo que era en este salón donde se realizaban conciertos y óperas, además de recepciones a personajes ilustres y hasta oficios religiosos en una pequeña capilla retráctil que se escondía tras dos enormes puertas doradas. Al abrirlas, en el interior, se encontraba la imagen de una Virgen y a la derecha una pequeña tribuna de dos pisos desde donde la familia (en el piso inferior) y el servicio (en el piso superior) podían seguir las celebraciones religiosas.
Unas celebraciones religiosas que eran amenizadas con un órgano cuyos tubos estaban instalados 15 metros más arriba, en una de las galerías bajo la cúpula, siendo una de las mecánicas de órgano más largas del mundo en su momento. El órgano que se ve actualmente es de nueva construcción y cada media hora suena, devolviendo al lugar su antiguo esplendor mientras el eco de los acordes resuena por todos los rincones del palacio.
Unas escaleras, presididas por el busto de Eusebi Gaudí Bacigalupi, dan acceso a una pequeña sala donde solían colocarse los músicos y desde la que se tiene una visión general del salón central y de los ventanales de las plantas superiores.
La segunda planta, reservada a la familia, albergaba los dormitorios privados del matrimonio Güell, que estaban separados pero conectados interiormente, los dormitorios de los hijos y los servicios, todos organizados alrededor de una galería con ventanas que daban al salón central y desde puede contemplar la cúpula, el salón y el órgano. Cuando se celebraban conciertos, los coros se colocaban en esta galería, dando la sensación que las voces salían de todas partes.
El desván, hoy reservado a exposiciones, era el espacio dedicado para las tareas domésticas. Aquí se encontraban la cocina, el lavadero y los dormitorios del servicio.
Gaudí tuvo vía libre a la imaginación para elaborar la azotea del palacio, de la que emergen 19 chimeneas como si fueran esculturas o árboles de formas originales y a la vez insólitas en un pavimento ondulante que recuerda a un paisaje de colinas. Quince corresponden a las chimeneas del interior del palacio, decoradas con trencadis (mosaico de cerámicas de distintas formas) y el resto, de ladrillo, a salidas de humos y conductos de ventilación. En el centro de la azotea una torrre de 15 metros cubre la cúpula del salón central.
El Palau Güell abre de martes a domingo. Los primeros domingos de mes la visita es gratuita con número limitado de entradas por lo que conviene estar con antelación antes de que se agoten. Los horarios y precios se pueden consultar en su web.
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