Las arenas de Erg Chebbi

Las arenas de Erg Chebbi

Muy cerca de la frontera con Argelia se encuentran las arenas  de Erg Chebbi, cuya entrada más común suele ser la ciudad de Merzouga, donde turistas y viajeros tienen su primer contacto con el gran desierto del Sahara en Marruecos, que durante unos días nos convierte en exploradores en un mundo inhóspito.

El jeep se detuvo al borde del desierto. En sólo un paso estabas sobre tierra o sobre el inmenso mar de fina arena que se extendía hasta el horizonte. Y allí estábamos nosotros preparados para vivir una de las obligadas experiencias en una viaje a Marruecos.

Los camelleros descansaban bajo la sombra de un enorme árbol a orillas del desierto. Eran jóvenes y vestían túnicas de colores vivos sobre sus tejanos y como no, sus turbantes. A unos metros descansaban los verdaderos reyes del desierto,  en la dorada arena que contrastaba con el intenso azul del cielo.

ARRIBA: Dromedarios (Camelus dromedarius) a la espera de iniciar la travesía por el desierto.

Rápidamente los camelleros dejaron su refugio a la sombra y distribuyeron al personal en cada animal. Uno en uno los dromedarios iban levantándose, algunos como el mío  a regañadientes. El guía volvió a darle la orden al animal y éste tercamente y sin ganas comenzó a moverse.  Primero estiró las patas traseras y luego las delanteras, en un zarandeo que no terminó hasta que el animal estaba totalmente erguido. Todo estaba listo para la travesía por el desierto.

ARRIBA: Uno de los guías camina sobre la arena.

Viajar a lomos de un camello no es precisamente cómodo. Sobre la silla de montar  se amontonan varias mantas de felpa una sobre la otra y sin estribos el único agarre que uno tiene es una «T» de hierro soldada en la silla para sujetarse con las manos del continuo balanceo mientras nos adentrábamos en las dunas en fila india.

ARRIBA: Los animales, en fila india, siguen al guía durante la travesía.

En un par de horas llegaría el ocaso. Mientras nuestra caravana continuaba zigzagueando el arenal por el camino que sólo el camellero conocía. Duna tras duna el paisaje era inhóspito y cambiante.  El viento comenzaba a soplar, las dunas se desplazaban a merced del viento cambiando el escenario constantemente y comprobando la importancia del turbante, que me protegía de los minúsculos granos de arena que impactaban contra mi cara como alfileres.

La cresta de una imponente duna se convirtió en el mejor mirador para contemplar  varias caravanas que se dirigían a distintos campamentos diseminados por  un mar de arena de 50 kilómetros y que se extiende hasta Argelia.  A lo lejos, la gran duna de Erg Chebbi destaca sobre las demás. Una enorme montaña de arena de 150 metros de altura cuya tonalidad va pasado del dorado al anaranjado mientras el sol se va aproximando al horizonte para ser engullido por un día más.

ARRIBA: Caravanas en el desierto. Al fondo la gran duna de Erg Chebbi.

ARRIBA: Camelleros descansando.

Al caer la noche, el silencio del desierto se ve alterado por el sonido de los tambores y cánticos que los campamentos organizan para distracción de los visitantes. Unos campamentos que, en nuestro caso, nos sorprendió. Seis tiendas dispuestas en circulo ante un «patio» central cubierto de alfombras donde se encuentra una hoguera en la que reunirse por la noche y otra carpa más grande que hacía las veces de salón y comedor. Las habitaciones están equipadas con aseo, W.C. y ducha. Enchufes (en el comedor), luz eléctrica, agua corriente y buenas camas en mitad del desierto.

ARRIBA: campamento.

ARRIBA: Interior habitación doble.

ARRIBA: Comedor.

ARRIBA: Fiesta en el desierto.

Después de la cena, cuando el fuego y las luces se apagan, el campo se torna oscuro y misterioso. Es momento de intentar disfrutar de otro espectáculo esta vez sobre nuestras cabezas. Hoy las nubes manchan el cielo y sólo a través de algunos claros puede apreciarse el cielo estrellado. La temperatura ha bajado unos grados y el silencio abrumador se rompe de vez en cuando por el gruñido de los dromedarios que descansan a unas dunas de nosotros y por el tenue sonido de los tambores proveniente de otros campamentos.

ARRIBA: La noche no acompaña para ver las estrellas.

ARRIBA: Dos guías conversan mientras los invitados duermen.

Otra actividad obligada es ver amanecer desde lo alto de una duna. Tras una noche confortable en la tienda y antes de las primeras luces del alba una pequeña linterna sirve para encontrar el camino hacia el improvisado mirador mientras el resto de viajeros duerme. Toca preparar el equipo y esperar, aunque a veces las nubes acaben desluciendo el espectáculo.

ARRIBA: Amanecer en el desierto.

ARRIBA: El que les escribe contemplando la salida del sol.

ARRIBA: Las dunas se convierten en improvisados miradores.

La aventura en Erg Chebbi se acaba con otra travesía entre el mar de arena y la soledad que otorga la antesala al gran Sahara a lomos de dromedarios y que quedará grabado en nuestras retinas durante mucho, mucho tiempo.

ARRIBA: Caravanas de dromedarios.

ARRIBA: Los reyes del desierto.

Marruecos, 2016
Más fotos en la galería y en Flickr.

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