Texto y fotografías: Miguel Galmés
El tren Flecha Roja une diariamente las ciudades de San Petersburgo y Moscú desde 1931, siendo el servicio ferroviario más antiguo de Rusia.
La estación Moscú de la ciudad de San Petersburgo es siempre un hervidero de gente. Su gran panel con las líneas férreas que conectan gran parte de la inmensidad de su territorio dan cuenta del desarrollo ferroviario de un país que tardó en abrazar este medio de transporte tiempo después que resto de potencias de Europa.
En 1837 desde esta estación, la más antigua de la ciudad, partió el primer ferrocarril del país. La línea de 25 km entre la que por entonces era capital del Imperio, San Petersburgo, y Tsárskoie Seló, la residencia de verano del zar que la auspició y que décadas más tarde conseguiría unir por tren ese país que siempre estuvo a la cola del ferrocarril con la línea férrea más larga jamás construida, y hoy objeto de deseo de los amantes de los viajes en tren.
Y es que todo viaje en tren constituye una manera romántica y novelesca de viajar pero si lo haces abordo un pedazo de historia como el emblemático y legendario Flecha Roja, el viaje adquiere el significado del poema de Kavafis, en el que el viaje en sí resulta más importante que el destino.
Quizás muchos no hayan oído hablar nunca de él, pero en Rusia es todo un emblema de tiempos pasados cuando los líderes del Partido Comunista lo utilizaban para sus desplazamientos entre Moscú y el por aquel entonces Leningrado, hoy la bella San Petersburgo.
La estación acoge cada noche a la venerada dama sobre raíles. El convoy de vagones de color rojo, color adoptado en los años 60, decorados con el escudo del águila bicéfala ruso descansa en el andén bajo el nombre 0002A Krásnaya Strelá. Rápidamente las provotnitza se colocan en posición frente a las puertas de los vagones para ir recibiendo uno a uno a los pasajeros, no por cordialidad sino para revisar los pasaportes y billetes. Su carácter tiene fama de duro, aunque como todo en Rusia es susceptible de romper tópicos.
Con una puntualidad insospechada para estas latitudes y sin ningún himno, como era costumbre en la era soviética, el tren abandona lentamente el andén como lo lleva haciendo desde que el 9 de julio de 1931 comenzara su servicio regular únicamente interrumpido durante el sitio de Leningrado, entre los años 1941 y 1943, siendo el servicio en tren ruso más antiguo en funcionamiento.
Pero su edad no debe asustarnos. En la actualidad el Flecha Roja es uno de los trenes más populares y modernos de los que operan diariamente entre Moscú y San Petersburgo en su servicio nocturno, llegando a alcanzar 160km/h sin paradas, sólo superado por los trenes de alta velocidad que unen las dos ciudades en algo más de tres horas.
Instalados en nuestro compartimento de segunda clase, nuestra provotniza toma nota de nuestros desayunos para mañana. El convoy se compone de un vagón VIP, con compartimientos con dos literas, tv, comida caliente, ducha y WC privados; nueve vagones de primera clase con compartimientos de dos literas que incluye comida caliente, y cinco vagones de segunda clase, con compartimientos de cuatro literas y WC al final del pasillo . Además dispone de un vagón restaurante con platos simples a precios elevados, un handicap por viajar en este tren considerado «de Lujo» para los estándares rusos, con cortinas pesadas, alfombras, plásticos pulidos y unas tarifas que van desde los 55€ en segunda clase a más de 270€ en clase De Luxe (VIP).
Mientras el pasaje duerme, el Flecha Roja cubre la ruta casi recta que el zar Nicolás I trazó en los planos del proyecto, allá por el año 1841, de la que sería la segunda línea de ferrocarril ruso, de dimensiones casi bíblicas para un país sin industria y algo atrasado como lo era el Imperio Ruso por aquel entonces.
Su línea de 650km sería la más larga construida de una vez, pues normalmente los tramos de líneas que se construían en otros países de la época no superaban más de 150km de longitud, atravesaría pantanos, ríos, colinas, bosques y necesitaría de una sofisticación técnica que jamás había visto el imperio, obligando al zar a poner todos los recursos financieros del Estado, y que repetiría al cabo de cuatro décadas en la construcción de la línea Transiberiana.
Nueve años después del inicio de las obras la línea se convirtió en un éxito, no solo transportando pasajeros sino además mercancía, y su primer ferrocarril de San Petersburgo a Moscú, conocido como Ferrocarril Nikoláiev, pasó a ser el mejor de Europa, asequible y con las últimas comodidades de la época, cubriendo el trayecto en 20 horas.
Muy lejos de aquella veintena de horas, los suburbios de Moscú se deslizan por la ventanilla junto a las primeras luces del día, han pasado 8 horas desde su salida de San Petersburgo. Muy pronto el convoy rojo habrá llegado, una vez más, a la estación Leningradsky sin ninguna marcha de bienvenida pero sí con el frenesí característico de la capital moscovita.
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